domingo, 24 de agosto de 2008

Tipos de personas

Puedo parecer simplista, pero creo que en el mundo hay tres tipos de personas: por un lado están los que no tienen ni idea de quiénes son, por otro, están los que saben quiénes son pero no lo aceptan, y por último los que saben perfectamente quiénes son y les encanta.
Antes del martes de esta misma semana yo era de los del segundo tipo, pero, debido a los acontecimientos, ahora pertenezco al tercer tipo de persona.
En realidad, todo empezó por los motivos más insospechados. Me fui a trabajar temprano y a media mañana la red informática se cayó. No tengo idea de cómo funcionan los ordenadores, así que no sabía si aquello iba para largo o no. Después de un rato de remolonear por la oficina, bajamos a avisar al técnico de sistemas. Ya estaba al tanto del asunto, así que nos fuimos a tomar un café.

A media tarde el problema seguía sin resolverse. Hablamos con nuestro superior, fingiendo indignación con lo ocurrido, aunque no más de lo necesario. Nos quejamos enérgicamente de que no podíamos hacer nada excepto cruzarnos de brazos todo el santo día, ya que teníamos en red todo nuestro trabajo.

Cuando ya faltaba una hora para que se acabase la jornada, algunos de nosotros empezamos a especular con la idea de irnos antes, porque ¿de qué servía que estuviéramos allí perdiendo el tiempo?

Nos asomamos al despacho del jefe, y no estaba, así que nos fuimos sin armar mucho revuelo. Media hora más tarde estaba sosteniendo la llave de mi casa para introducirla en la cerradura. Dentro se oían leves murmullos, seguidos de esporádicas e incontenibles risotadas. Decidí no entrar. Presté más atención a los murmullos. Al cabo de un rato tenía claro que una de las voces pertenecía a mi mujer. La otra no la reconocí pero era de un hombre.

Sentí que la sangre se me helaba, mis manos empezaron a sudar sin parar. No sabía qué hacer. Finalmente fui al pasillo y me escondí detrás de una planta (creo que la planta se llama tronco de brasil pero no estoy seguro). Tenía que ponerme de cuclillas y quedarme muy quieto para que no me vieran.

Once minutos treinta y siete segundos más tarde vi salir de mi casa a un desconocido que rondaba los cuarenta, alto, con canas, no excesivamente guapo pero distinguido en su forma de vestir y de andar. Se montó en el ascensor y se fue. Creo que no me vio.

Esperé otros cinco minutos, mientras mi cabeza no paraba de dar vueltas. Finalmente entré en casa. Patricia estaba sentada en el cuarto de la tele, viendo alguna tontería, como si nada hubiera pasado. Incluso se acercó a mí y, con toda naturalidad, me dio un beso de bienvenida.
-"Cariño, ¿qué tal el trabajo?" dijo melosa.
-"Una auténtica lata, se cayó la red y no pudimos hacer nada en todo el día" dije tratando de parecer anodino.

Me fije en sus ojos, parecían más grandes de lo normal, cómo si proyectaran una extraña luz.
Súbitamente me empecé a sentir aliviado. Al principio no lo entendía, pero luego caí en la cuenta.
-"Ahora se acabaron los remordimientos"dije para mis adentros.
A continuación, nos pasamos toda la tarde en frente de la tele, acurrucados en el sofá del salón, viendo programas del corazón hasta que se hizo la hora de cenar.

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